China no reemplazará a Estados Unidos como socio comercial
El gigante asiático registra problemas internos que impiden que tenga con Europa la relación que a los líderes europeos les gustaría


Europa debe “independizarse” de Estados Unidos. Este es el mensaje que líderes políticos europeos vienen repitiendo de manera reiterada una vez confirmada la indisimulada animadversión de la Administración de Trump hacia gran parte de Europa, incluida la propia UE. En este contexto, una idea que viene cobrando fuerza estas últimas semanas es la posibilidad de que Europa priorice sus relaciones con China como alternativa a Estados Unidos en el plano comercial y de inversión.
La realidad, no obstante, es que es muy difícil que la China actual se convierta en el socio económico que a Europa le gustaría que fuera. China se enfrenta a una seria de dificultades tanto a nivel doméstico como en sus relaciones exteriores. Y la prioridad de Xi Jinping es resolver estos problemas. Por otra parte, hace años que Europa ha mostrado su preocupación por las prácticas comerciales tanto del Gobierno como de las empresas chinas. Y esta no va a desaparecer simplemente por el hecho de que las relaciones entre Estados Unidos y Europa se hayan deteriorado.
Hay que indicar que los lazos comerciales y de inversión entre Europa y China son sólidos. China es el segundo mayor socio comercial de la UE, tan solo superada por Estados Unidos y con una balanza comercial en el sector de bienes de 739 billones de euros en 2023. Por otra parte, la inversión europea en el país asiático alcanzó los 6,4 billones de euros en 2023, una cifra que, sin ser récord, viene a indicar que las empresas europeas todavía consideran a China como una parte importante de sus cadenas de producción.
Dicho esto, la estructura de la economía china ha evolucionado en los últimos años, con un impacto negativo para las empresas europeas. El consumidor chino hace tiempo que muestra una creciente preferencia por productos domésticos, lo cual afecta a sectores fundamentales de la economía europea como los automóviles o productos para el cuidado de la piel. Al mismo tiempo, hoy en día las empresas chinas destacan a nivel global en sectores como las energías renovables, las baterías eléctricas o la inteligencia artificial. Por lo tanto, China no va a absorber posibles exportaciones europeas en sectores en los cuales sus empresas son más competitivas.
A ello hay que añadir los problemas económicos que China lleva sufriendo durante años. Se estima que la tasa anual de crecimiento se encuentra en torno al 5%, muy lejos de las cotas superiores al 10% de hace dos décadas. La tasa de desempleo se sitúa en torno al 5%, pero sube hasta el 16% entre los trabajadores más jóvenes. Es por ello que no deba extrañar que la prioridad del Gobierno de Xi sea la mejora de la situación económica del país.
En este sentido, el Gobierno chino considera que sus empresas han de centrarse en impulsar la economía doméstica. Esto tiene un impacto negativo en posibles inversiones chinas en Europa. Por poner un ejemplo, es bastante común escuchar en Europa Central y del Este que las empresas chinas prometen cantidades muy elevadas de inversión que luego no cumplen. Por el contrario, empresas japonesas, surcoreanas y taiwanesas cumplen con sus promesas de inversión, razón por la cual son socios preferenciales para países como Eslovaquia, Polonia o República Checa. AESC y CATL, dos empresas chinas dedicadas a producir baterías eléctricas, han anunciado la apertura de fábricas en España, pero también lo han hecho las surcoreanas Hyundai Mobis y Lotte Energy Materials.
La guerra comercial entre China y Estados Unidos tiene a Europa como víctima colateral. Por ejemplo, las restricciones chinas a las exportaciones de minerales utilizados en la fabricación de las tecnologías avanzadas no solo afectan a Estados Unidos, sino también a países europeos. No cabe duda de que Europa se va a ver perjudicada si China continúa tomando medidas de represalia en respuesta a las acciones emprendidas por la Administración de Donald Trump.
La pandemia de la covid-19, que evidenció la dependencia europea de China en productos tan básicos como los medicamentos, y el apoyo de China a la invasión rusa de Ucrania, incluyendo la transferencia de tecnologías de doble uso, han llevado a que la UE se esté centrando en el fortalecimiento de su tejido industrial y de la innovación a nivel paneuropeo. Es positivo que la empresa china de coches eléctricos BYD esté construyendo una fábrica en Hungría, pero lo que de verdad quieren los líderes empresariales y políticos europeos es que las empresas automovilísticas europeas sean punteras a nivel mundial.
Hay sectores considerados estratégicos como la energía nuclear, los semiconductores o los sistemas armamentísticos de última generación que van a seguir vetados a la inversión china, independientemente de la política de Trump hacia Europa. Por el contrario, la inversión de Corea del Sur, Japón o Taiwán en estos sectores es recibida con los brazos abiertos.
Son razones suficientes para tener claro que China seguirá siendo un importante socio económico para Europa. Pero no va a reemplazar a Estados Unidos como aliado comercial y de inversión.
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